ACTO 1
Plaza de la villa. Entra el alguacil. Hace sonar la corneta con unos pocos acordes. Despliega un documento escrito en piel de cabra. El público presente en la plaza es en realidad el público de la pieza.
ALGUACIL: Por orden... del señor alcalde... se hace sabeeeeer [breve pausa] que el intripidísimo, sapientísimo, tensísimo, neutralísimo, sutilísimo y capacísimo sabio [brevísima pausa] Baldocán ha llegado a esta nuestra villa para iluminarnos con su excelsa sabiduría.
UNO DEL PÚBLICO: No, por favor, que no hable, que como empiece no acaba hasta mañana y al final nos contagiará la nostalgia maliciosa.
OTRO DEL PÚBLICO: Es verdad, yo también lo he oído. Ese Baldocán es en realidad un hechicero que, contra más habla, transmite un embrujo que atonta a las personas, las vuelve estúpidas y ¡luego siguen ciegamente las órdenes de ese hechicero!
ALGUACIL: ¡Silencio en la plaza! ¡No quiero oír una voz más entre el vulgo! ¡Escuchemos atentamente las sabias palabras de Baldocán.
Entra Baldocán. Viste a la antigua, con un manto. Es un tipo realmente menudo. Lo siguen tres globos, que tienen patas y van detrás de él.
Baldocán se adelanta hasta el borde del escenario, carraspea y comienza a hablar para el público.
BALDOCÁN [en un tono muy suave, casi susurrando] Mis queridos amigos y amigas que hoy han acudido a escuchar mis palabras, tengo algo muy importante que contarles. Yo los amo a todos, son ustedes únicos y especiales. He venido a hablarles de la repercusión, porque todos nos lo merecemos. Incluyan a sus mascotas en sus familias, los perros son más humanos que sus hijos, dejen que compartan mesa y, si los perros no aprenden a comer con tenedor y cuchar, pues que sus hijos se adapten y coman en el suelo y aprendan a beber lamiendo.
NIÑO DEL PÚBLICO [a su mamá]: Mamá, este señor me da miedo, quiere que coma huesos como nuestro perro.
MAMÁ DEL PÚBLICO: Lo siento, hijo, pero no sé cómo hacer para que se calle.
NIÑO DEL PÚBLICO: Pero yo creo que sí...
El niño se dirige al escenario. Varios personajes del público caen dormidos. También el alguacil, que se queda roncando en medio del escenario.
BALDOCÁN: Porque incluir implica compartir. No olviden que quien comparte, parte con. Por eso, yo comparto mis esponjosos conocimientos hermenéuticos y filogenéticos con todos ustedes. Por eso, también ustedes deberían compartir conmigo sus seres travestidos individuales...
Mientras Baldocán habla, el niño se ha colocado en la parte trasera del escenario. Se coloca detrás de los globos. Se saca un alfiler y pincha el primer globo, que cae al suelo.
El efecto es inmediato. Baldo deja caer la cabeza y habla aún más bajo.
BALDOCÁN: ... para así formar parte de los multiversos preconceptuales de la gráfica envolvente de la sinopsis eyaculatoria...
El niño pincha el segundo globo. Baldocán deja caer los hombros y se inclina aún más.
BALDOCÁN: ... En fin, que la remodelación del imaginario filogenético nos permite refrendar el principio de Brown acerca de la sintetización de la eficiencia calibradora y transponedora de la focalización...
El niño pincha el tercer globo. Baldocán se cae al suelo.
BALDOCÁN: Socorro, socorro, me han pinchado los contenedores del ego. ¡Estoy perdido! ¡Ayuda! ¡Mi frágil cuerpo no puede contener tanto ego!
Los miembros del público que estaban dormidos, siguen dormidos, así como el alguacil. El niño se acerca entonces a Baldocán y se pone a pintarle la cara con ceras.
BALDOCÁN: ¿Qué es esto? ¿Un niño? Socorrooooo [su grito es muy apagado, no tiene fuerzas], ¡lo único que me aterra en esta vida son los niños!
NIÑO: Cállese, hombre. Nunca he jugado con un hechicero. ¡Me encanta!
BALDOCÁN: Socorro... Socorro... Socorro... Así no hay manera de convertir a la gente. Que yo no soy hechicero, que soy teórico de la repercusión...
El niño le mete unas gominolas en la boca y Baldocán se calla. Mientras, sigue pintándole la cara con sus ceras.
Va a oscuro.
ACTO 2
Plaza de la villa. Entra MEFISTÓFELES, que da unos pasos por el escenario hasta situarse en el centro, donde se detiene y se queda mirando al público.
MEFISTÓFELES [envuelto en una copa roja, no se le ve el rostro]: Queridos... queridas... Soy Mefistófoles el diablo que mercadea con las almas. Imagino que recuerdan la última vez que estuvo aquí Baldocán el Sapientísimo. Pues bien, sepan que yo, Mefistófeles, acepté que Baldocán hiciese un pacto conmigo.
MEFISTÓFELES da unos pasos nerviosos por el escenario.
MEFISTÓFELES: Me costó mucho entender lo que quería de mí, porque hablaba y hablaba y hablaba, pero yo no lo entendía. Decía no sé qué de la inclusión hermenéutica sin circunloquios... En fin, no me enteré de nada, pero me vendió su alma a cambio de poder regresar aquí, donde firmó su fracaso, volver en el tiempo y el espacio para concluir su conferencia.
MEFISTÓFELES vuelve a dar varias vueltas por el escenario.
MEFISTÓFELES: En fin, para evitar que el niño que anda por ahí [se fija en el público]. Sí, tú [señala a algún lugar del público], esta vez no conseguirás pinchar los contenedores del ego de Baldocán, porque en su pacto conmigo ya he resuelto eso.
MEFISTÓFELES echa a andar a buen paso hacia el lateral y sale del escenario.
Entra el ALGUACIL. Hace sonar la corneta con unos pocos acordes. Despliega un documento escrito en piel de cabra. El público presente en la plaza es en realidad el público de la pieza.
ALGUACIL: Por orden... del señor alcalde... se hace sabeeeeer [breve pausa] que el intripidísimo, sapientísimo, tensísimo, neutralísimo, sutilísimo y capacísimo sabio [brevísima pausa] Baldocán ha llegado a esta nuestra villa para iluminarnos con su excelsa sabiduría.
UNO DEL PÚBLICO: No, por favor, que no hable, que como empiece no acaba hasta mañana y al final nos contagiará la nostalgia maliciosa.
OTRO DEL PÚBLICO: Es verdad, yo también lo he oído. Ese Baldocán es en realidad un hechicero que, contra más habla, transmite un embrujo que atonta a las personas, las vuelve estúpidas y ¡luego siguen ciegamente las órdenes de ese hechicero!
ALGUACIL: ¡Silencio en la plaza! ¡No quiero oír una voz más entre el vulgo! ¡Escuchemos atentamente las sabias palabras de Baldocán.
Entra Baldocán. Viste a la antigua, con un manto. Es un tipo realmente menudo.
Baldocán, provisto de una mochila, se adelanta hasta el borde del escenario, carraspea y comienza a hablar para el público.
BALDOCÁN [en un tono muy suave, casi susurrando] Mis queridos amigos y amigas que hoy han acudido a escuchar mis palabras, tengo algo muy importante que contarles. Yo los amo a todos, son ustedes únicos y especiales. He venido a hablarles de la repercusión, porque todos nos lo merecemos. Incluyan a sus mascotas en sus familias, los perros son más humanos que sus hijos, dejen que compartan mesa y, si los perros no aprenden a comer con tenedor y cuchara, pues que sus hijos se adapten y coman en el suelo y aprendan a beber lamiendo.
NIÑO DEL PÚBLICO [a su mamá]: Mamá, este señor me da miedo, quiere que coma huesos como nuestro perro.
MAMÁ DEL PÚBLICO: Lo siento, hijo, pero no sé cómo hacer para que se calle.
NIÑO DEL PÚBLICO: Pero yo creo que sí...
El niño se dirige al escenario. Varios personajes del público caen dormidos. También el alguacil, que se queda roncando en medio del escenario.
BALDOCÁN: Porque incluir implica compartir. No olviden que quien comparte, parte con. Por eso, yo comparto mis esponjosos conocimientos hermenéuticos y filogenéticos con todos ustedes. Por eso, también ustedes deberían compartir conmigo sus seres travestidos individuales...
Mientras Baldocán habla, el niño se ha colocado detrás de Baldocán. El hombre no lo ve. El niño saca un diccionario grandísimo. Lo deja en el suelo. El niño se mete la mano en el bolsillo y saca otro diccionario y lo mete en la mochila, pero se queda quieto detrás.
El niño muestra el diccionario al público. Se puede leer DICCIONARIO HÚNGARO-ESPAÑOL.
El efecto es inmediato. Baldo se sacude.
BALDOCÁN: ...z ejakulációs szinopszis burkoló grafikájának prekonceptuális multiverzumainak részeként...
El niño repite la acción con un segundo diccionario. Lo muestra al público. En él se puede leer: DICCIONARIO ESPAÑOL-LATÍN
BALDOCÁN: ...in brevi, ut nos prodere cupimus Brown scriptor molestie lacus a principius concedit investigationes phylogeneticae imaginaria circa summam complectitur de calibratione transpositio verborum, et efficientiam obiectorum...
El niño rebusca en su bolsillo, pero no tiene ya más diccionarios, solo saquito de galletas para perros. Abre el saquito y lo vacía en la mochila de Baldocán
BALDOCÁN: Guau, guau, guau... ¿Guau-guau? Guauuuu, ¡guau!
Los miembros del público que estaban dormidos, siguen dormidos, así como el alguacil. El niño se acerca entonces a Baldocán y se pone a pintarle la cara con ceras.
BALDOCÁN: ¿Qué es esto? ¿Otra vez este niño? Socorrooooo [su grito se mezcla con ladridos], ¡no quiero volver a ver un niño en mi vida y menos a este!
NIÑO: Cállese, hombre. Nunca he jugado con un hechicero. ¡Me encanta!
BALDOCÁN: Socorro... Socorro... Socorro... Así no hay manera de convertir a la gente. Que yo no soy hechicero, que soy teórico de la repercusión...
El niño le mete unas gominolas en la boca y Baldocán se calla. Mientras, el niño sigue pintándole la cara con sus ceras.
TELÓN
© Frantz Ferentz, 2021